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Columna de opinión de Francisco Bartolucci Johnston, abogado y académico.

A pesar de la polémica y el rechazo generalizado que ha levantado la participación en la noche de cierre del “Festival de Viña del Mar” del joven artista mexicano, apologista y promotor de la narcocultura y el consumo de drogas, cuyo nombre artístico es Peso Pluma, los organizadores del festival han señalado que no suspenderán su participación. El argumento esgrimido es “que no incurrirán en ningún tipo de censura ni discriminación” agregando que “celebran la diversidad de todos los artistas que pisan este destacado escenario”, para concluir que “la música es universal y describe diferentes realidades”.

Los muy desacertados argumentos de la Organización del Festival nos permiten afirmar la validez de la censura y la discriminación cuando tienen como fundamento proteger y preservar bienes superiores de la sociedad, como el respeto a las creencias religiosas de sus integrantes; la dignidad y la honra de las personas;  o, como en este caso, no dar paso en nuestro medio a la difusión de la narcocultura y extensión del crimen organizado que nos terminará destruyendo como sucede en México, Ecuador y otros países latinoamericanos.

En efecto, los ciudadanos tenemos el derecho a exigir que toda expresión perjudicial para la sociedad y sus integrantes -según lo indique la razón y/o los principios fundamentales en los que se sustenta el orden social-  sea impedida de manifestarse. Sostener lo contrario, es una muy errada inteligencia de la vida en sociedad que no es capaz de entender que hay valores superiores que deben preservarse y priman sobre aquello de la no censura, no discriminación, o lo otro de la diversidad. En otras palabras, que dichos preceptos desde su perspectiva negativa de no aplicarse (no censurar, no discriminar) no son válidos en sí mismos y que su aplicación en concreto (censurar, discriminar) queda validada cuando se funda en la protección de los derechos individuales, la libertad de las personas o la preservación del bien común, como resulta en el caso en comento.

Desde otra perspectiva, si bien es cierto que “la música es universal y describe diferentes realidades”, ello no impide que sea una manifestación de realidades negativas, como la apología de la violencia, la revolución armada para destruir la democracia y alcanzar el poder, o como en este caso el consumo de drogas y la cultura que lo acompaña.

Al final de cuentas, y este es el punto fundamental, nada es “neutro” y necesariamente todo se valida o se invalida según su propio mérito, y entonces, lo válido debe permanecer y lo contrario debe ser impedido, censurado o discriminado.

En lo personal, protesto por la decisión de los organizadores del Festival de Viña del Mar de validar una presentación artística a todas luces altamente negativa para nuestra sociedad y su juventud, presentando argumentos que, al tenor de la perjudicial realidad que promueve, resultan equivocados e inaceptables.

Es probable, que aun exista alguna posibilidad de evitar que la noche de cierre del festival se convierta en un nuevo gran triunfo en nuestro país de la narcocultura, las bandas de narcotraficantes y el crimen organizado, y así lo espero por el bien de nuestra juventud y el futuro de nuestro país. Las autoridades respectivas tienen la palabra…y la responsabilidad.

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