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En Revista Estadio de junio de 1956, Carlos Dittborn cuenta la historia que empezó en 1952 en Helsinski para que Chile fuera sede del Campeonato Mundial de 1962

MISIÓN CUMPLIDA

El domingo 10 de junio de 1956 será una fecha difícil de olvidar para el deporte chileno. Ya la gente estaba en los estadios esa tarde o camino a ellos, cuando por radios y parlantes se dio la noticia: “El congreso de Lisboa ha designado a Chile sede del Campeonato Mundial de Fútbol de 1962”. Difícil es describir la reacción popular. Nunca un “gol” se había aplaudido tanto como este de los delegados ante la FIFA. Después de la ovación vino el murmullo que nunca se apaga. Algunos días después se dio a los emisarios una bienvenida emotiva, con banda de músicos y cartelones alusivos, en los que se declaraba “los triunfadores de Lisboa”. En la misma escalinata del Interamcricano, Carlos Dittborn nos dijo, entre abrazos, risas y ojos empañados. “¿No les había dicho yo? Había que tener fe en lo que estábamos haciendo desde hacía años…”. Así había sido; el Presidente de la Federación de Fútbol de Chile y de la Confederación Sudamericana, delegado a las deliberaciones de Portugal, siempre había tenido confianza en el buen éxito de esta gestión, preparada con diligencia poco frecuente entre nosotros. Y lo había dicho en todos los tonos; no era fe en una gestión personal, en la capacidad propia para defender con palabras brillantes –que las tiene- esta postulación chilena cuando llegara el momento. Era fe en los argumentos de Chile, en los trabajos de secretaría y salón que se venían haciendo con bastante anterioridad, en el prestigio que tiene nuestro deporte ante la faz del mundo, en el derecho que fue incubando ese prestigio internacional.

A Chile se le dio la sede en este último congreso de la FIFA, en una asamblea de afiliados que duró tres horas más o menos. Pero esa decisión sintetizada en el anuncio del resultado de la votación, “Pour le Chili 32; pour l´Argentina 10” era el resultado de una vieja ilusión de muchos viajes, de centenares de cartas, de largas horas de charla convincente en varios idiomas, de conferencias, de trabajo silencioso pero intenso. La culminación de todo fue esa recepción cálida, emocionante, que se tributó en Los Cerrillos a los “vencedores de Lisboa”, Dittborn y Juan Pinto Durán, y en la que, en espíritu, estuvo también don Manuelk Bianchi, que atrasó su llegada al país en algunos días, pero a quien iban por igual las felicitaciones, la gratitud y la emoción de esa tarde de bienvenida.

Antes que Dittborn partiera con Juan Pinto a Europa, habíamos concertado esta entrevista. En un cóctel de despedida se hizo la cita. “Cuando traigas la sede en la carpeta –le dijimos entonces- vamos a conversar de toda la historia que cierra su primer capítulo el 10 de junio en Lisboa…”. La sede venía en el portadocumentos del jefe de la misión chilena; pero la charla demoró en concretarse. Porque, es lógico, todo el mundo quería estar con él. Al fin, madrugamos una de estas mañanas nieblosas y arrancamos al personaje de moda del descanso. Y le pedimos esa historia.

_Mira .empieza diciéndonos-, en la euforia de lo que se ha llamado el triunfo, se han olvidado los antecedentes. Ya nadie se acuerda que el “Chamorro” de la idea fue el “Negro” Alvear, que llegó de Helsinski entusiasmado, A él fue el primero al que se le ocurrió que el campeonato del mundo tendría que venir a Chile. En el congreso de ese año, paralelo a las olimpíadas, se aprobó lo de las sedes rotativas para todos los continentes. Ya entonces M. Rimet, presidente a la sazón de la FIFA, le dijo a don Manuel Bianchi: “El 62 nos vemos en Chile, porque Argentina que podría ser otro postulante no se interesa por estas cosas…”.¿Ves? Ese es el primer antecedente histórico. El segundo es la nota oficial con que Chile inscribió su postulación, hace dos años y cuatro meses. La firmó Guillermo Ferrer, presidente interino de la Federación. Y enseguida, el congreso de Berna, durante el último campeonato del mundo. En el Comité Ejecutivo se dio cuenta de haberse recibido la inscripción de Chile como único postulante para 1962. Los delegados chilenos, Fructuoso Esteban y76 el doctor Guillermo Rodríguez, además, naturalmente, de don Manuel Bianchi, como antiguo miembro0 de ese Comité Ejecutivo, confirmaron la petición chilena. ¿Y sabes? En aquella misma reunión de Berna el argentino Rotelli declaró que “Argentina también tendría sumo placer en recibir a los finalistas de la Copa de Buenos Aires…”. Esto es importante. Fuimos los primeros postulantes. A los argentinos se les vino a ocurrir en el mismo congreso, cuando vieron la inscripción nuestra…

Presentada la postulación empezó el trabajo de zapa. Cada viaje oficial o particular de algún personero vinculado a la Federación Chilena, cada certamen, cada congreso, era una oportunidad para sondear para convencer, para inclinar la balanza a favor de Chile.

Haciendo recuerdos, Carlos Dittborn enumera los acontecimientos que se aprovecharon:

-El Campeonato Sudamericano de Santiago, el Extra de Montevideo,, el Panamericano de México, la Copa O´Higgins con Brasil, la Pacífico con el Perú, la Asamblea de la Confederación Sudamericana en Lima, la jira Green Cross a Europa, los viajes personales de Escipión Cortés y de Fernando Cabezón; el congreso de París al que fue Juan Pinto; la presencia invariable de don Manuel Bianchi en el Comité Ejecutivo desde 1946 a esta parte, siendo uno de los pocos miembros que no faltaron jamás a una sesión, a pesar de celebrarse estas en Europa, y dos veces al año por lo general. En esto debes insistir –me dice Dittborn-; en Europa don Manuel Bianchi es “your excellency”, su solo nombre es un “sésamo, ábrete”, y en un ambiente tan escogido, tan serio, como es el del fútbol internacional en sus más altas esferas, una personalidad de esas características es una garantía. A propósito la gente cree que comúnmente que los viajes de los dirigentes no se justifican, que van a “derrochar” dinero que se podría invertir en otras cosas. Ya ves que son importantes y cómo se capitalizan.  Este permanente contacto del dirigente chileno con los congresos y los certámenes nos abrió muchas puertas. Sin duda que la influencia rusa fue factor importantísimo para inclinar a nuestro lado a los países de detrás de la llamada “cortina de hierro”; pero otro tanto hizo Ignacio Iñíguez, que fue presidiendo a Green Cross. Los delegados búlgaros, los yugoslavos y los checoslovacos nos hablaron con mucho aprecio del dirigente chileno y con sincera admiración del equipo que mandaba. ¿Ves? Roce, contacto, que cuestan dinero pero que se capitaliza bien. Este fue lo que podríamos llamar “el trabajo de salón”, para conseguir la sede. El “trabajo de secretaría” también fue largo y completo. Nos dirigimos a todos los países afiliados de la FIFA en los cuatro0 idiomas oficiales: inglés, castellano, francés y alemán. Debo decir que después de la Unión Postal Universal, la Federación Internacional de Fútbol es la entidad que reúne más afiliados, más que la UN, desde luego. Me gustaría que vieras la carpeta “Copa del Mundo” para que apreciaras el volumen de la labor realizada. La gran mayoría contestó, unos comprometiendo inmediatamente su voto, otro asegurándonos que estudiarán nuestra petición,, otros, que ya estaban comprometidos. Con los segundos estuvimos permanentemente en contacto epistolar, para recordarles nuestra posición. Y lo ves. En tres días en Lisboa hicimos muchísimas cosas que eran necesarias para asegurar el triunfo; pero la verdad es que este fue fraguado de antemano, que iba preparado desde Santiago.. Varias veces los delegados argentinos, excelentes dirigentes y grandes compañeros nos dijeron con sorna: “Qué tanto moverse, che, si en una hora nosotros les vamos a arruinar el trabajo de dos años”. Estaban convencidos de que el asunto consistía en llegar al congreso, hacer una exposición de potencialidad y llevarse el campeonato a Buenos Aires. Ese fue su error.

Debemos advertir una cosa. Hablar con Carlos Dittborn de la Copa del Mundo es sentarse frente a él y tratar de escribir los apuntes lo más rápido posible, apenas con algunas preguntas para aclarar algún concepto. Porque tiene todo tan claro en la mente el dirigente chileno -¡si lo viene madurando hace más de dos años, también!- y es tal su entusiasmo que no queda lugar alguno para interrupciones. Todo lo que al cronista puede interesarle está en su disertación fluida, vibrante a ratos, ágil siempre.

Una de las interrupciones fue justamente para encauzar la conversación hacia Lisboa misma. Ya teníamos los “antecedentes históricos”. Ahora había que entrar en “la batalla”.

-Nosotros hicimos como aquellos pilotos de bombarderos a los que se les entrega una hoja de ruta con un objetivo señalado. Nuestra ruta nos conducía a Lisboa; ese era el objetivo. Todo el plan estaba desarrollado, ahora había que resumirlo, ganar los votos indecisos, entrar en contacto directo con la gente, para conocerla y hacernos conocer, repetir de viva voz los argumentos y de nuestra postulación, hacer diplomacia y…afrontar con energía algunos puntos que era preciso defender. Por ejemplo, había ambiente en la hermosa capital portuguesa para postergar las deliberaciones de la sede hasta el congreso de Estocolmo en 1958…Fuimos al Comité Ejecutivo, en vísperas de la Asamblea General y defendimos nuestro punto de vista. No. No era posible esa postergación. Resultaba injusta. Suiza tuvo seis años para organizar su campeonato del 54; Suecia, seis también para el suyo; Brasil contó con más de diez años –a causa de la guerra- para prepararse. Para nosotros habría sido un golpe de muerte. Si hubiese prosperado aquella moción, nos habríamos tenido que despedir de la Copa. En cuatro años no alcanzábamos a organizarnos. Argentina habría presentado todo hecho –que lo tiene ya en el orden material- y entre Lisboa y Estocolmo habría desarrollado la misma actividad –con la experiencia nuestra- para ganarse la designación. Defendimos con tanto calor nuestra posición, que se aprobó la votación inmediata. Otra cosa. Conseguimos el voto nominativo –de viva voz-, que es muy interesante en estos casos. Solucionamos también a satisfacción nuestra, otro aspecto que pudo desfavorecernos. A los congresos acuden delegados directos –los que viajan especialmente a las reuniones desde sus países- y los que se llaman delegados de buena fe, es decir, personas residentes en el país sede del congreso vinculadas a la federación que representan. Por un momento se pensó en negar el voto a estos delegados de buena fe. Uno de nuestros aliados más famosos era el extraordinario número de asistentes a las sesiones. Había mayoría de delegados directos, pero podían necesitarse esos votos, así es que sostuvimos y obtuvimos el reconocimiento de todos los representantes. A propósito de aliados, en el Comité Ejecutivo yo hablé en inglés y el intérprete al francés resultó algo sencillamente sensacional. Nunca vi nada igual. Repitió palabra por palabra mi exposición, le dio la misma inflexión a la voz, puso el mismo calor como si él estuviera defendiendo una causa propia. Recuerdo cuando decía patéticamente en algún momento difícil: “Je vous en prie. M. le President. Je vous en prie…”. Estoy seguro de que algún día, cuando el campeonato sea ya realidad, tendré que acordarme de ese intérprete de Lisboa como uno de los tantos factores que defendieron nuestro derecho. Cuando salíamos de la reunión con el Comité Ejecutivo, el egipcio Salem me palmoteó la espalda y le dijo convencido: “You have won, the first battle…”. “Usted ha ganado la primera batalla…”. Mira yo creo que esto es como los exámenes del colegio. Antes de entrar en la sala uno se siente seguro de la materia; pero la proximidad de los examinadores le hace dudar de todo lo que sabe. Creo que eso nos ocurrió muchas veces a Juan y a mí. Teníamos un cuadro bastante aproximado de nuestras posibilidades y él era optimista, del orden de los 28 ó 29 votos con los que ganábamos. Pero de repente nos asaltaba la duda y partíamos a confirmar alguna decisión que, en la nerviosidad, nos había parecido vacilante. Lisboa es una ciudad con suaves ondulaciones del terreno, de manera que caminar cansa. Viéndonos trajinar sin descanso, los argentinos nos decían: ”Pero, che, con esa actividad no van a sacar nada con llevarse el campeonato, porque ustedes no llegan a él”.

Yo pienso para mi capote que con el desgaste de energía que le significa contar con tal entusiasmo los detalles del congreso, Carlos Dittborn por lo menos no va a poder pronunciar el discurso de recepción de 1962… Pero vive tan intensamente el momento actual que es difícil interrumpirlo.

-Asistimos a una reunión de la Unión Europea de Fútbol; querían discutir conmigo, en mi calidad de presidente de la Confederación Sudamericana, una pauta de quince puntos referentes a relaciones entre las dos entidades. El punto “13” –fíjate el numerito- era la sede del mundial del 62. Cuando el secretario dijo: “De esto no hay nada que hablar” nos bajó un asunto tremendo. Interpretamos como que querían decirnos: “No hay caso muchachos…”. Creo que apenas me salieron la voz y la cancha, para asegurar que había mucho que hablar, temeroso de tener que empezar a pelear de nuevo. ¡Pero esa expresión significaba que ya la Unión Europea había decidido votar por Chile! ¡Qué alivio! Después de esa reunión tuvimos asegurados los votos de Rusia y de otros países afines. Ellos querían incorporar el idioma ruso como lengua oficial de la FIFA, sin gastos para la entidad. Cambiaban su voto por el nuestro. Tipos claros y simpáticos estos rusos; pan, pana; vino, vino.. A propósito de los rusos, tengo una anécodta sabrosa. El domingo de la votación fui a misa; creo que nunca rogué con más fervor por algo…; pero en un momento miré de soslayo y vi también en actitud de recogimiento a uno de losm delegados argentinos… Bueno, el asunto es que, saliendo de la iglesia, me topé a boca de jarro con los delegados soviéticos, que ya marchaban al congreso. Llamé al intérprete y le dije: “Dígale a su presidente que vine a conseguirme el último voto que me faltaba…”. Creo que todavía están festejando la salida…

Cualquiera oportunidad era buena para asegurarse un voto. Los delegados asistieron al match Hungría-Portugal, y allí en el micro que les pusieron Chile ganó el del Vietnam. Como lo oyen.

Me senté al lado de un “chinito” de lo más simpático –cuenta Dittborn- y empezaron mis preocupaciones por saber de qué país sería y si ya tendríamos su voto… Le hablé en inglés, pero no me entendió. Intenté en francés, y entonces supe que era vietnamés. Huelga decir que volqué todos mis conocimientos históricos y geográficos sobre su país, con lo que gané su confianza y simpatía y, de paso….su voto. Y llegamos al histórico momento de las deliberaciones.

Pasarán los años y estoy seguro de que Carlos Dittborn seguirá emocionándose con el recuerdo de aquella mañana del 10 de junio, en la hermosa Lisboa.

-Argentina hizo una documentada exposición de su postulación; ofreció siete estadios para cien mil espectadores, hoteles para la población flotante que fuera, subterráneo para movilizar millones de personas. Hizo recuerdos olímpicos, apología de su fútbol, etc. Una hora y diez minutos duró el brillante discurso. Enseguida subí yo al estrado. Ocupé quince minutos. No ofrecí nada material: mostré en brevas palabras lo que somos y como somos, e invoqué la letra y el espíritu del artículo 3 de los estatutos de la FIFA, que impone una función de fomento del fútbol en los países poco desarrollados a través de la Copa Jules Rimet. No eran más de cuatro los puntos de mi argumentación: Continuidad en la asistencia a los torneos organizados por la entidad y a sus congresos; estabilidad política e institucional del país; amplia tolerancia para credos, razas y otras ideas; clima deportivo de la nación, y ese artículo de los estatutos… Se ordenó la votación, y empezamos a vivir los momentos más emocionantes. Los dos interesados votaron por sí mismos, es lógico, porque el voto era producto de un análisis de factores y de una reflexión de conciencia sobre quién merecía organizar el torneo. Ya antes de que votara la mitad de los delegados sabíamos que la sede era nuestra; pero la nerviosidad no aflojaba. Tanto fue así, que sucedió el hecho más gracioso. El delegado de Venezuela estaba distraído y no oyó que lo llamaban. Al ser requerido por tercera vez sin que contestara, Juan Pinto no pudo contenerse y se levantó diciendo “¡Chile!”, es decir estaba votando él por el venezolano… Las risas de los congresistas trajeron a la realidad a éste y emitió su voto, entre los risueños comentarios… Cuando el secretario levantó su voz, hecho el recuento, quise mirar el reloj para consignar la hora exacta del acontecimiento; pero vi la esfera completamente empañada…Apenas oí cuando se dio el resultado: “Pour le Chili…trente-deux… Pour l’Argentina dix…; pour l’abstention quatorze”… Chile era la sede del Mundial de 1962… Se paró todo el mundo y vino a abrazarnos. Hasta los delegados búlgaros, que estaban sentados a nuestra derecha, recibieron felicitaciones… Mira, dos años estuve pensando en el discurso que diría en ese momento, y de improviso se me olvidó todo. Solo pude articular unas pocas palabras y decirles desde el fondo del alma: “Que Dios los bendiga…”. Ya vez como aquellos pilotos de bombarderos, yo puedo decirte, lleno de orgullo y satisfacción: “Misión cumplida”.

Esta es la historia de la sede para Chile del Campeonato Mundial de Fútbol de 1962. Es el triunfo de los principios dignamente sustentados y defendidos, de la ilusión alentada con fe por hombres visionarios y defendida con calor, inteligencia y diplomacia por dirigentes capaces, a los que, con toda justicia, se les ha proclamado “los triunfadores de Lisboa”.

AVER (Antonino Vera)

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