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  • El escritor y periodista lanza una nueva producción a propósito de los 50 años del golpe

El escritor y periodista Eugenio Rodríguez Morales, nacido el año 1949, en Las Cabras, lanzó recientemente la novela “Los antojos del cóndor” con el epígrafe en que se puntualiza “a cincuenta años del golpe”.

Como escritor Rodríguez ha obtenido el primer premio en el Concurso Novela Corta del Círculo de Periodistas de Santiago con “El cercopiés” (1984), que fue publicado en el Fondo Cultural Cumbres y obtuvo mención honrosa en el Premio Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago.

Ha publicado, además, la novela “Spot Paradise” (Ediciones Logos 1989); la novela histórica “Constanza de Nordenflycht, la querida de Portales” (Pehuén Editores, 2005) y en 2008 el libro “El himno que se baila” (2008), una investigación sobre la historia del vals “La Joya del Pacífico”.

Su novela “Epicentro” (Editorial Andrés Bello), obtuvo el segundo premio en el concurso de novela de la Fundación Tichauer de Santiago.

Es autor además del libro de cuentos “Tu, Valparaíso” (RIL, Editores 2016).  

Respecto de “Los antojos del cóndor”, en el prólogo se señala que “la metáfora del cóndor, como símbolo de los poderes ocultos del mal, es una alegoría del poder militar que eliminaba sin clemencia a sus oponentes. Un terror gozoso en que se siente la náusea y el placer del torturador en la carroña que engulle y luego defeca sobre los campos.

La dictadura vista desde la mirada de los victimarios y no de las víctimas (algo parecido a lo que hace Bruno Vidal, en poesía, con su Libro de Guardia), le permite al autor dar cuenta de una sociología y sicología de la bestialidad chilena, de la carroña en que se convirtió nuestro territorio, del hedor y podredumbre que todavía respiramos.

Eugenio Rodríguez se atreve con la violencia de un lenguaje que, en sus mejores momentos, más que decir, insinúa, más que denunciar, expone. Esa oscilación entre seres humanos y bestias (con y sin plumaje) es capaz de hacernos creer en este juego sangriento. Ese Uno y Dos, tan bien dibujados en su perversidad rastrera, el brujo Tabares bebiendo su vino barato, símbolo de una clase social empobrecida pero sin ideología; el Coronel gobernando en las sombras, dictaminado como un dios quiénes son dignos de respirar o dejar de hacerlo: Melgar, Melania, Melchor, héroes de una resistencia imposible, Metiche, el infiltrado, el traidor. Todos ellos construyen la metáfora de un tiempo violento, desde el ojo y olor nauseabundo de los vencedores”.

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