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  • Es la historia hípica de Jorge Araneda Mancilla que incursionó en Estados Unidos para perfeccionarse

Desde niño cuando iba al hipódromo de Punta Arenas, ciudad donde vivía, Jorge Araneda Mancilla sintió especial apego por la hípica y se convirtió en preparador de caballos cuando dejó de ser funcionario del Banco Edwards en Santiago.

El relata con entusiasmo su historia: “Llevo 18 años preparando caballos. Cuando muy joven, siendo un muchacho cuidé caballos en Santiago con Jorge Inda Meyer y con Alvaro Breque. Después entré a trabajar en un banco. Fui bancario 16 años, de los cuales 13 fui jefe de operaciones en el Banco Edwards de Santiago y mi sueño fue siempre ser preparador, desde niño. Y cuando vino la fusión entre el Banco Edwards y Banco de Chile, como nos pagaban todo, yo dije voy a ser lo que soñé desde niño. Si no lo hago ahora, no lo voy a hacer nunca. Y ahí estamos. Es difícil, muy difícil porque la gente ve que esto es fácil, pero es muy difícil. Se pasan muchos momentos de apremio económico, pero era lo que yo quería, así que yo estoy feliz con lo que hago. A lo mejor no tengo los recursos que habría tenido si hubiera seguido en el banco, pero en la vida creo que lo más importante, que el dinero, es ser feliz. Así que estoy feliz, muy feliz con lo que hago. Y ahora estos tres o cuatro últimos años me ha ido muy bien, así que se está cumpliendo mi sueño, y qué más puedo pedirle a la vida, si hago lo que quiero. Son muy pocas las personas que pueden decir lo mismo”.

A pesar de estar trabajando en el banco siempre sabía lo que pasaba en los hipódromos: “Yo tenía amigos preparadores y también estaba interiorizado de la actividad. Siempre estuve vinculado y aparte de eso me fui a Estados Unidos. Estuve una temporada en Nueva York para caminar caballos, trabajando de caminador de caballos y vi un poco como era el sistema allá. Así que veníamos algo preparados, pero muy poco en realidad. El resto, como todas las cosas, se aprende en el camino, no más. A costalazo se aprende, dicen por ahí. Pero reitero, soy feliz con lo que hago”.

Tiene 63 años: “El año 2002 tenía 43 años cuando me salí del banco y de ahí vamos andando no más. Hay gente que dice que es bonito este trabajo. Mi familia me dice que estoy loco. Yo a mi hija que tiene su profesión de profesora, le digo que tú en la vida has lo que quieras hacer. No porque sacaste un título, te vas a amarrar a el. La vida hay que saberla vivir, hay que saber disfrutarla y también sufrirla. Pero aquí, hay que hacer lo que uno quiere. Yo soy muy feliz con mis caballos. Hace como tres años que no me tomo ningún día de vacaciones. Imagínese. Y con la pandemia teníamos pases especiales, no había micro, no había nada, nos teníamos que venir caminando a ver los caballos. Algunos cuidadores no podían venir así que uno estaba haciendo todo el trabajo. Fue duro, pero es así. Esta profesión en todo el mundo es así. Uno trabaja todos los días. Pero uno hace lo que le gusta”.

La vida de Araneda Mancilla se remonta a la zona austral: “Yo soy de Punta Arenas. Mi abuela vivía a dos cuadras del hipódromo. Mi papá y mi abuelo iban a las carreras. Mi papá era del barrio, conocí los amigos de él desde la infancia, jinetes y preparadores. Entonces yo me crié un poco en el ambiente de la hípica. Allá se corrían ocho meses al año y de los otro cuatro meses, en dos de ellos, los caballos quedaban encerrados en las pesebreras, porque con el hielo y la nieve no podían salir. Y cuando ya empezaba a mejorar el tiempo, comenzaban a ejercitarse para partir corriendo en septiembre. Ahí me picó el bichito en Punta Arenas”.

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