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  • Las enseñanzas que genera el cuidador Claudio González Vallejos que trabaja en el corral de Rafael Bernal

Un trato y un cuidado especiales a sus caballos, brinda el cuidador Claudio González Vallejos, en especial a la “Holandesa” a la que siempre besa, la acaricia y le habla al oído y ella le responde con un movimiento positivo de su cabeza.

Es la realidad que relata quien se vino desde la capital a Viña del Mar, cuando nos cuenta su trayectoria y vinculación con la hípica: “Yo conocí a un primo, Aldo López, en las carreras del Hipódromo Chile. Reconozco que desde los trece años que me gustan las carreras. Mi sueño siempre fue estar preparando, limpiando caballos, cuidarlos, traerlos y ahora estoy en Viña del Mar. Llevo pocas semanas. Me cambié para acá para buscar otros aires”, comenta a sus 45 años de edad.

Está en el corral del preparador Rafael Bernal junto al capataz  David Mondaca de quienes está agradecido y también trabaja con el capataz Raúl Durán con quienes se lleva bien.

Claudio González nos cuenta otro aspecto de sus inicios: “En Santiago empecé ayudando en los corrales. Me enseñaron cómo había que cuidar los caballos, cómo limpiarlos, ver el agua, la comida. Acá tomé todo el hilo, incluso me pasaron un caballo para que lo cuidara, que está operado de una rodilla. Se llama “Eco”. Y ahí he estado siempre con los muchachos acá. Es una buena familia. Hoy día tengo un solo caballo, pero traigo ejemplares de todos los corrales. Ayudo a todos los muchachos”.

Frente a los éxitos, en especial cuando se gana o llega en tabla comenta González que “es una alegría porque uno ve que viene corriendo y va pasando y después gana. Igual valen los premios que le dan a uno por cuidarlo, mantenerlos limpios, con su comida al día y todo lo que implica protegerlo. Es una alegría.  Mire si no es tanto la plata, pero uno se encariña con los caballos”.

“Por ejemplo cuando traje a la “Holandesa” yo le doy un beso, se me agacha, me pega cabezazo… Es que hay que hacerles cariño a los caballos más que nada. Porque el cariño que ella recibe es como si fuera una persona, porque come, hay que darle agua, su pastito, limpiarlo, sacarle todo lo que le molesta, porque si algo les molesta a los caballos empiezan a golpear”, expresó su experiencia cercana.

El que cuida al caballo en el corral “esa es la persona clave, porque el cuidador lo controla, le dice esto y esto otro y el se queda  calladito, me conoce la voz. Eso es lo bueno, el caballo me conoce la voz. Por ejemplo, a la “Holandesa” yo le hablo todos los días, Como estoy en el corral ahí mismo converso con ella y se queda quieta y tranquila. Aparte de que yo vivo en el corral de Rafael Bernal”.

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